sábado, 12 de noviembre de 2011

Tópicos de Brasil


Tres días de paso por Sao Paulo apenas dan para conocer unos cuantos tópicos de Brasil. La mayoría de ellos, contados por Jhon Jairo y Óscar, nuestros anfitriones estrella. Jhon Jairo es el mismo de Santa Librada, amigo de muchos años, que llegó aquí buscando un mundo de mayores alternativas, y que ciertamente lo es. Cuando estuvimos hace unos meses también de paso, esa vez para un congreso de antropología en Curitiba, nos llevaron a la Avenida Paulista, al barrio japonés, a la Plaza de Sé, donde está el punto cero de la ciudad, cuya nomenclatura y distribución de calles comienzan allí. También nos llevaron a los edificios más altos y más bonitos o extraños (el Italia, otro parecido al Empire State y otro de Niemeyer), aunque no pudimos entrar en todos. Conocimos el mayor tesoro de Brasil, para los amantes de las frutas, como nosotros, que son el açaí y la acerola… Esta vez, la visita coincidió con un día de estudios de la maestría de ellos y otro día nos fuimos con mi primo Yesid, Diana y Santiago la parte de familia de mi tio Ernesto que se trasplantó aquí por trabajo.

Más independencia se presta para más anécdotas, así que nos pasó que el segundo día aprovechamos para ir, solos, hasta el museo Paulista, que queda en la estación Ipiranga. Cuando salimos del metro, nos orientamos hacia una salida qua atraviesa un parqueadero de suelo arenoso y muros de hojalata, daba un par de curvas bajo la dirección de las hojas de hojalata y en la recta final vimos dos borrachos discutiendo en toda la mitad de la vía peatonal. No parecía peligroso, pero después de pasar por el lado de ellos, un metro después, se abrió a nuestros ojos un panorama ruinoso, de casas de hojalata de colores sucios, a juego con las hojas que delimitan el parqueadero por donde habíamos pasado. Cada casa parecía un pequeño local comercial a punto de caer, pero había algunas personas dialogando en las barras de esos puesticos. La mayoría de la gente estaba en la calle, pero como directamente ante la puerta del parqueadero no había una puerta, sino el costado opuesto de una calle a la que llegamos perpendicularmente, parecía como que nos habíamos estrellado con un cuadro gigante hecho con las personas y las casas y los locales y los borrachos a punto de agarrarse a pico de botella que acabábamos de pasar. Los dos pensamos al tiempo “aquí seguro que nadie tiene ni idea donde está el museo Paulista”, porque no era un ambiente como para internarse en el cuadro, daba respeto, como si la línea de final de parqueadero y entrada en la calle fuera una puerta a dimensión desconocida. 30 centímetros adentro, y con varios ojos entre sorprendidos y amenazantes sobre nosotros, giré 90 grados a la izquierda para mirar a María José y a una señora que estaba sentada en el escalón de la primera de esas casas de lata a quién pregunté –Você sabe onde é o museo Paulista? Ella no sabía. Entonces, marcha atrás. Luego un policía (o guarda, no recuerdo bien), de la estación nos indicó por dónde era. Era para el otro lado. Fuimos relajándonos, hablando de la impresión que nos causó esa tremenda profundidad de favela pegada a una salida del metro. En ninguna parte habíamos visto nada así.

El resto de tarde fue caminar en la dirección indicada, pensando que estaba saliendo más lejos de lo que pensábamos. Sentirnos más tranquilos al ver que dejábamos la zona industrial, a donde llega el metro en Ipiranga, y finalmente no encontrar el museo Paulista, sino unas instalaciones deportivas y un parque grandísimo que, caminándolo, vimos que era el parque de la independencia. Lo más llamativo era un monumento gigantesco, donde se presentaban diferentes cuadros de la historia de independencia de Brasil, coronados, como en tantos monumentos del mismo estilo por una carroza espectacular con unos caballos imponentes y mucho movimiento y fuerza en todos los pasajeros. Desde allí se veía un edificio amarillo hermoso, por el que habíamos pasado ya cuando llegamos, y que habíamos decidimos dejar para después, pues parecía algo gubernamental y a lo mejor la entrada era restringida. Comimos en un prado al lado del monumento, nos tomamos fotos, miramos los lugares donde los brasileros se toman fotos ellos (especialmente una lámpara de aceite o petróleo, gigante que está delante entre el monumento y una bandera gigantesca), y vimos que estaban preparando el parque para una carrera atlética al día siguiente.



El camino hacia la casa bonita amarilla era amplio y con un descenso suave, de unos cinco grados, donde muchos skaters practicaban en ese momento. Los eludimos, cruzamos la calle y fuimos a ver qué era lo que quedaba en la casa amarilla, antes de irnos a la casa, pues ya eran las cinco de la tarde y teníamos planes para la noche. Era el Museo Paulista. Ya estaba cerrado.


Pd: Los tópicos de Brasil los quedo debiendo pues hasta ahora estamos haciendo la lista con María José y aún no está presentable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario